jueves, 11 de octubre de 2012

La Política. Las formas clásicas (I)

Dice el artículo primero de la Constitución que España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Democracia. Demos ("pueblo"), krátos ("poder"). Estado en el que la titularidad del poder reside en el pueblo, en su concepción moderna; gobierno de la multitud, en su concepción griega clásica. Para Aristóteles, la Democracia no es la única manifestación del gobierno de la mayoría, ya que cuando la democracia se corrompe degenera en Demagogia o gobierno de todos sin respeto de las leyes, donde prevalece la demagogia sobre el interés común.

Demagogia. Demos("pueblo"), ago("conducir"). Arte de conducir al pueblo. El demagogo manipula los sentimientos del pueblo, especialmente mediante halagos fáciles y promesas infundadas, para transformar a la población en una masa de fácil dominio, la cual engañada deposita en él su confianza para alcanzar el poder.

Aunque la Democracia según Aristóteles es una de las tres formas en la que se pueden manifestar los buenos gobiernos o respetuosos con las leyes (Monarquía y Aristocracia, son los otros dos), su maestro, Platón,  jamás la consideró como forma ideal, formulando críticas muy duras hacia ella. La realidad es que algunas de esas críticas merecen la pena ser reflexionadas profundamente:


  • la masa popular (hoi polloi) es asimilable por naturaleza a un animal esclavo de sus pasiones y sus intereses pasajeros, sensible a la adulación, sin constancia en sus amores y odios; confiarle el poder es aceptar la tiranía de un ser incapaz de la menor reflexión y rigor;
  • cuando la masa designa sus magistrados, lo hace en función de unas competencias que cree haber observado -cualidades oratorias en particular- e infiere de ello la capacidad política;
  • en cuanto a las pretendidas discusiones en la Asamblea, no son más que disputas que oponen opiniones subjetivas inconsistentes, cuyas contradicciones y lagunas traducen su insuficiencia.


Por todo ello, y aunque se pueda pensar en defender la Democracia frente a la Demagogia, por ejemplo, mediante la educación, ya que cuanto más culta sea la población, más fácil será para ésta evitar caer en las trampas de los políticos que formulan falsas promesas y engaños, adornando, edulcorando la realidad con sus discursos huecos y falaces; lo cierto es que por la propia naturaleza del pueblo todo será en vano, imponiéndose tarde o temprano la Demagogia. Mientras ésta dure, la moral se irá degradando progresivamente, las minorías críticas empezarán a ser despreciadas y perseguidas, incluso con violencia, la corrupción se generalizará, pero se disimulará con un maquillaje adecuado. Mientras tanto, las mayorías, serán respetadas y aduladas, concediéndoles todo tipo de caprichos inmediatos, todo en aras de mantener su favor en las urnas, forma que tiene el demagogo de perpetuarse en el poder.  

Los gobiernos demagogos no gobiernan para la sociedad, sino para ellos mismos, por eso, tarde o temprano los efectos perniciosos de este quehacer provocarán crisis profundas que alterarán al pueblo. La amenaza de perder la confianza de éste, llevará al demagogo más ambicioso a convencer a buena parte de la sociedad  de la necesidad de una salvación, una regeneración imperiosa. Así, esgrimirá cualquier artimaña que le permita alcanzar finalmente el poder total, pacífica o violentamente. Será el último engaño, ya que el Tirano una vez en el poder pondrá fin a la democracia, y no necesitando más al pueblo, podrá manifestarse tal y como dicta su propia naturaleza: cruel y despiadado, ambicioso y ególatra. El peor de los sistemas según Aristóteles. 

El mundo del siglo XXI poco tiene que ver con las sociedades mediterráneas que los maestros Platón y Aristóteles pudieron observar hace cerca de 2.500 años. No obstante, sus pensamientos no son en absoluto obsoletos, poniendo de  manifiesto que la naturaleza humana no ha evolucionado aún lo suficiente como para permitir  encontrar una forma ideal y estable de vivir en sociedad. Platón pensaba que esa forma ideal debía plasmarse en un gobierno minoritario de sabios, cuya sabiduría y sentido de la justicia  garantizarían el respeto absoluto de las leyes. La llamada sofocracia. Ha pasado mucho tiempo desde que Platón escribió esas ideas en "La República". En todos esos años ni un sólo gobierno se ha aproximado a ese concepto de sociedad, por lo que desde un punto empírico no podemos criticarlo. Es como si todos nosotros siguiéramos viviendo como los antiguos griegos en una caverna, y aún no hayamos sido capaces de llegar al mundo de la luz, aunque muchas veces pensemos que ya lo hemos conseguido. Al menos en política, seguimos viendo sólo sombras.

En el próximo artículo continuaremos hablando de las tres formas de Estado restantes según el análisis de Aristóteles: las dos justas ya nombradas, Monarquía y Aristocracia, y la degeneración de ésta, la Oligarquía.   

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