sábado, 13 de octubre de 2012

La Política. Las formas clásicas (II)

Aristóteles contraponía la Monarquía a la Tiranía, afirmando que la diferencia fundamental entre un Monarca y un Tirano reside en el respeto a la leyes. El Monarca aristotélico gobierna para el pueblo, el Tirano para sí mismo. La Monarquía puede perdurar, siempre que mantenga un mínimo respeto por la leyes , la Tiranía no; por lo general antes de la tercera generación habrá desaparecido, dando paso a un gobierno ejercido por una minoría. La cara honesta de  los gobiernos de pocos se denomina Aristocracia, la cruz o versión negativa, Oligarquía.

La Aristocracia ("gobierno de los mejores") es una forma de gobierno clasista, que excluye de la dirección a los obreros, a los labradores, a los artesanos y a los comerciantes, debido a que éstos no poseen la razón ni la educación para llegar a la verdad. La Aristocracia se convierte en Oligarquía ("gobierno de pocos") cuando desatiende las necesidades del pueblo, y se centra exclusivamente en atender las suyas, gobernando para aumentar su riqueza y poder. El hecho de que sean muy pocos los que viven bien, hace que la tendencia natural de la Oligarquía sea derivar, tras una rebelión de los pobres, en la Democracia, cerrando el círculo que iniciamos en la primera parte de este artículo.

Las seis formas de gobierno aristotélicas: Democracia, Demagogia, Monarquía, Tiranía, Aristocracia y Oligarquía, deben entenderse como modelos idealizados de una realidad, que frecuentemente resulta mucho más compleja. Así, para poder analizar políticamente una sociedad concreta, en un período de tiempo concreto, es normal tener que recurrir a la combinación de dos o más formas aristotélicas, ya que raramente encontraremos unos rasgos tan puros, que permitan una clasificación inequívoca basada en una única forma.

España en el 2.012 se define como una democracia gracias a su Constitución de 1.978, y de facto así es, ya que la responsabilidad del gobierno recae en aquellos que las urnas eligieron. No obstante, el comportamiento del Gobierno actual, y también el de los antecesores, muestra rasgos inequívocos de una degeneración progresiva hacia la demagogia. Algunos ejemplos:

-Prometer y no cumplir: "Si gana Rajoy bajarán los impuestos"
-Cumplir lo no prometido: "El Presidente del Gobierno Mariano Rajoy anunció el paquete de medidas económicas más duro de la democracia española: recorte del sueldo a los funcionarios, de la prestación del paro y subida del IVA del 18 al 21 por ciento y reconoció que las medidas no figuraban en el programa electoral con el que se presentó a los comicios generales del 20 de noviembre"
-Desoír y perseguir a las minorías críticas: "La reforma penal de Rajoy convertirá actos del 15M y la ´primavera valenciana´ en graves delitos"
-Atender a las minorías pobres sólo cuando es rentable políticamente: "Rajoy prorrogará la ayuda de 400 euros para parados 'mejorándola'"

La lista se puede hacer tan larga como se desee, los ejemplos abundan. No obstante, insisto, la demagogia no es exclusiva del gobierno actual, ya que tanto con Zapatero, como con Aznar  y anteriores, la demagogia estuvo siempre presente. Incluso alguien puede llegar a pensar que éste es el menos demagogo de cuantos gobiernos hemos tenido en los últimos treinta años, ya que nadie tuvo la osadía de aplicar tantas medidas impopulares en tan poco tiempo. La visión cambia radicalmente si tenemos en cuenta que en España, como en la mayoría de países del siglo XXI, la Democracia o la Demagogia convive con otra forma degenerada de la política: la Oligarquía de las grandes fortunas, de los bancos, del dinero.

En el próximo artículo hablaremos de qué forma la Oligarquía financiera somete a nuestro Gobierno, y a otros tantos, sin que éstos, demagogos como son, intenten ni tan siquiera elevar una palabra por encima de otra. También, tomando la idea de movimiento de los filósofos helenos, reflexionaremos sobre lo transitorio de la situación actual, ya que más tarde o más temprano el actual sistema se transformará, siendo lamentablemente la forma más probable, y siguiendo el modelo aristotélico, la Tiranía.  

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