domingo, 3 de febrero de 2013

¿Y tras Rajoy qué?

Fuente: Reuters
Tres días ha necesitado Mariano Rajoy para mostrar la cara, que no es lo mismo que darla. Tres días para elaborar una estrategia. Tres días perdidos, ya que la estrategia es que no hay estrategia. Su defensa basada en palabras no resulta creíble. ¿Quién va a creer al que sistemáticamente incumple todo lo que promete? ¿De qué sirve mostrar públicamente su declaración de renta? ¿Acaso hay alguien tan tonto que contabilice sus ingresos negros en ella?

Mariano, su Gobierno, la cúpula del PP, España entera, están contra las cuerdas. La opción más sensata sería lanzar la toalla ahora, para no recibir más golpes, para no seguir desangrándose inútilmente. Querer llegar a los puntos no tiene sentido, los jueces jamás le van a dar ganador. ¿Para qué seguir sufriendo entonces?

Si Rajoy quiere tanto a España como dice quererla, debería hacer una cosa antes de dimitir. Debería buscar una solución al problema que se nos viene encima, porque la cuestión es: ¿y tras Rajoy qué? Mi mujer, a la que no le gusta la política, pero que es muy sensata, muy práctica, me hace esa pregunta, y yo no sé darle una respuesta.

La opción Rajoy dimite, el PP sigue, parece la más fácil, pero está llena de dudas. ¿Cómo un partido, cuya cúpula en pleno está mancillada por la sombra de la duda, puede continuar asumiendo la responsabilidad de dirigir el país? Haría falta una regeneración de arriba a abajo, una catarsis que no se puede hacer de hoy para mañana. Mientras esa transformación dure, ¿quién se ocupa de dirigir, de tomar las decisiones necesarias para sacarnos de la crisis? No podemos permitirnos el lujo de que eso pase.

¿Convocar nuevas elecciones? ¿Volver al PSOE? ¿A los mismos que fueron la causa de que el PP ganase por goleada? No, gracias. Ya conocemos esa medicina. Tiene mal sabor y no cura. Rubalcaba ha perdido mucho tiempo dilatando la transformación de su partido. A todos los efectos, PP = PSOE sigue siendo aún una ecuación válida.

Cualquier otra alternativa sigue sin ser factible. No creo que ningún otro partido, al margen de los dos grandes, pueda acumular tantos votos como para hacerse con la responsabilidad del gobierno. Lo dicen los barómetros, no yo.

Es por ello, por lo que me inclino a pensar que la opción más conveniente sería que se formase un gobierno de unidad nacional, con el máximo espectro ideológico posible. Un gobierno de expertos, que tomando la salida de la crisis como objetivo número uno, trabaje en paralelo en reformar las leyes que sean necesarias para conseguir devolver el verdadero sentido a la democracia. Escuchar las peticiones del pueblo en ese sentido debería ser tan importante como tener voluntad en querer regenerar el sistema.

Los tres años que quedan hasta las siguientes elecciones deberían ser tomados por los partidos como tiempo más que suficiente para lavarse bien por dentro, y adaptarse a las exigencias marcadas por el nuevo Gobierno. Nosotros, los electores, sólo deberíamos aceptar finalmente a aquellos que verdaderamente hayan hecho los deberes, y se muestren lo suficientemente honrados y capacitados como asumir la responsabilidad de dirigir el país.

Parece complicado, ¿verdad?, pero cualquier otra alternativa nos lleva aún más al fondo del abismo. El enfermo está muy grave, o se opera de urgencia o se nos muere.

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